Al desnudo – Egor Posokhin

lunes 18 octubre, 2021

From issue: Cross Country en Español 63 – Noviembre 2021

Crecí en Norilsk, Siberia. Está al norte del Círculo Ártico. Es un pueblo minero y solo se le llega en avión. No hay nada 1000km a la redonda. En invierno, el viento llega frecuentemente a los 160km/h. Hay días polares, noches polares, Aurora Borealis, osos, renos, lobos, nieve en julio. Otro mundo.

Trabajé siete años en la mina de níquel y cobre. La mina es tres veces más larga que el metro de Moscú y tiene varios niveles, desde -300m hasta -1150m. Es un trabajo peligroso y cada mes, hay heridos o muertos. Hay derrumbes, inundaciones, explosiones. Es trabajo sin parar. Cuando termina un turno, empieza el siguiente. 

Norilsk está al pie de la meseta Putorana. Es una de las cordilleras más únicas e inaccesibles del planeta. Rara vez hay condiciones para volar. Se hace dinámica con viento fuerte o caminatas. Solo he volado distancia una vez. Fue en primavera, había mucha nieve e hice una ruta pequeña, por la parte occidental. Fue uno de los vuelos más emotivos de mi vida.

Uno de los peores momentos de mi vida también fue en la meseta Putorana. Estábamos haciendo un vivac en paramotor. Cometí un error en los ajustes del carburador, se me acabó el combustible a mitad de camino y aterricé en una zona montañosa y desértica sin comida ni comunicación, donde las probabilidades de encontrarse con alguien son de 0,5 en 100, sin contar los osos.

Mis padres volaban ala delta. Trajeron el primer parapente a Norilsk desde Moscú. Teníamos un club con unos 20 pilotos. Empecé a hacer paracaidismo cuando tenía 14 años y dos años después le pedí a mi padre que me enseñara a volar parapente. Unos años después, cuando ya hacía acrobacia seriamente, compramos un torno y mi padre me remolcaba con una moto de nieve.

En invierno, siempre es de noche y la temperatura llega a los -60°C. Empecé a volar en primavera, a -15ºC. Una vez volé en paramotor a -35ºC. Es interesante ver cómo los dedos congelados intentan sobrevivir y no caerse antes de aterrizar.

Hice mi primer SIV en Turquía con Igor Volkov. Ese curso y el entrenamiento de acro con mi mentor Andrey Alepov fue cuando estaba descubriendo el mundo. Tanto a nivel deportivo como en cuanto a viajes. 

El deporte siempre fue prioridad. Después de siete años en la mina, sacrifiqué la estabilidad, mi casa, un buen trabajo y me mudé junto a mi esposa y mi perro a Sochi, Krasnaya Polyana, la zona de esquí más grande de Rusia donde empecé a trabajar haciendo biplazas. Allí encontré mi primera zona de acro. Ahora estamos más adentrados en el Cáucaso, en el campamento de parapente Fly Chegem, cerca del monte Elbrus.

Ya no hago biplazas. En invierno, como los teleféricos estaban cerrados por la pandemia, subía a pie todos los días al monte Julu para entrenar acro. 

He volado más que nada alas de acro. La Niviuk F-Gravity, con la que aprendí a hacer infinite tumbling e hice el vivac en paramotor por la meseta Putorana. La Sol Supersonic, un proto que le compré a Hernán Pitocco en Orgañá cuando se me rompieron las líneas de mi vieja Ozone Trickster mientras hacía un infinity tumbling. Después tuve una U-Turn Blackout y mi ala preferida de todos los tiempos, una Joker. Solo he tenido una ala de distancia, una Ozone LM4 vieja de Evgeny Gryaznov de la X-Alps 2011. Me han encantado todas.

Gané el campeonato ruso de acro. Fue en junio, en la ciudad costera de Yeisk. Nos remolcaban con un torno hasta 1000m. Todo salió muy bien y vinieron dos jueves europeos: Christina Grilmaer y Claudio Cattaneo. Hubo bastantes pilotos nuevos, paracaídas, ¡fue todo un espectáculo! Fue importante para mí porque vino toda mi familia y me vieron en vivo por primera vez. 

Egor Posokhin, 31, es campeón ruso de acro. instagram.com/egorposokhin  

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