El capi – Volar por diversión

sábado 12 marzo, 2022

From issue: Cross Country en Español 66 – Abril 2022

Desde los inicios de mi carrera de vuelo en 2004 hasta al menos mi primera participación en la Red Bull X-Alps en 2015, nunca pensé demasiado en “por qué” vuelo. No había ningún misterio. Era colosal y no podía hacerlo suficiente. Parecía razón suficiente para dedicarse a ello. 

Pero, durante los últimos años cada vez me pregunto más por qué. Me siento culpable por lo egoísta que es este deporte. Es costoso. Consume tiempo. Hace que me separe de mi familia. Es peligroso. 

Frecuentemente, hago esa pregunta de ‘por qué’ en el podcast, ya que me parece que es verdaderamente fascinante e importante. Para los pilotos profesionales, la respuesta es bastante fácil: es su trabajo. Pero, ¿qué hay del 99,9% de los pilotos restantes en el mundo? 

Es una buena pregunta para la que creo que todo piloto debería tener una buena respuesta; concepto que me presentó por primera vez Will Gadd durante la travesía por las Rocosas que hicimos juntos en 2014. “Todo piloto debería tener una buena respuesta a la pregunta del ‘por qué’, porque este deporte puede matarte”, dijo. 

He estado meditando un poco en por qué pienso más en ese ‘por qué’ últimamente. ¿Será la edad? ¿Será la familia (porque tengo más que perder si meto la pata)? ¿Será miedo? ¿O será toda la locura de los tiempos actuales que hace que uno se haga más preguntas acerca de la vida de lo normal?

He notado una gran diferencia en cómo los pilotos de países como Francia, Alemania y Suiza, por ejemplo, consideran esta pregunta. Países en donde el vuelo es mucho más visible y se ve como un emprendimiento mucho más legítimo que en lugares como Estados Unidos, donde la mayoría de la gente no tiene ni la más mínima idea de lo que es el parapente o el ala delta. No puede verse como una carrera legítima. 

En Suiza, decir “soy piloto” genera respeto o al menos curiosidad por parte de nuestros amigos no voladores. Ser piloto es respuesta suficiente. Pero dudo que no sea una buena respuesta. Si voláramos para recibir la aprobación de cualquiera, seguramente no estamos respondiendo muy bien por qué.

Entonces, ¿cuál sería una buena razón? Durante el rodaje de 500 Miles to Nowhere, uno de los antagonistas, mi mentor de siempre y querido amigo Nate Scales dice al final de la película: “Hay riesgo. Pero en la vida hay que tomar riesgos. Si no nos arriesgamos entonces, ¿qué sentido tiene? 

“Es así como obtienes la recompensa. Es enorme, es emocionante, es divertido… además, ¿qué más vas a hacer con tu vida?” 

¿Será así de sencillo? ¿O quizás debería ser así de sencillo? 

Cuando escribí este artículo, recién había regresado de la Monarca, la competencia en Valle de Bravo, una migración al sur que solo he dejado de hacer una vez en los últimos diez años o más (el evento del año pasado se canceló debido al Covid). Como siempre, estuvo glorioso. 

Pudimos volar mangas épicas todos los días y aceleramos con los amigos. Pudimos disfrutar de la deliciosa gastronomía local, sonreímos y nos reímos como veo a mi hija de cuatro años reírse todos los días sin pensar en el porqué de nada. Es bastante difícil (o imposible) para mí divertirme tanto en una semana haciendo cualquier otra cosa. 

No queda duda de que todos tenemos razones parecidas y diferentes para hacer lo que hacemos. Como dice Russell Ogden, es fácil volar parapente, pero es muy difícil volar parapente bien. Nos encanta el reto; nos encanta vivir al límite y desafiar la gravedad, sentirnos como pájaros, aunque sea un momento. 

Obviamente, nos encanta el riesgo porque de lo contrario, no lo haríamos. Nos encanta porque hace que nuestra mente esté en tiempo presente, en esa sensación tan gloriosa y adictiva de fluir, un estado mental que es lo más cercano que podemos estar de la euforia.. 

¡Me siento como si hubiera ido al psicólogo! Volamos… porque es divertido. Fin de la discusión.  

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